Con la venia de la Presidencia; Compañeras y compañeros legisladores;

Hablar de poder constituyente en nuestro país es hablar de democracia, porque las asambleas constituyentes representan la voluntad del poder soberano, es decir, la voluntad del pueblo que decide darse una Constitución para conformar un Estado, o bien, para transformar el orden de cosas existente, romper con los preceptos e instituciones del pasado y construir un vehículo que permita realizar fielmente los sueños y aspiraciones de toda una nación.

Así, las grandes revoluciones modernas han reflejado su potencia transformadora en los textos producidos por sus respectivos poderes constituyentes. La Revolución Inglesa heredó al mundo la idea de limitar el poder absoluto y establecer un sistema de representación que permitiera tomar las decisiones del Estado de manera colegiada; por su parte, la Revolución Francesa hizo que las libertades civiles, entendidas como derechos naturales a todas las personas, sean hoy una realidad irreversible en el mundo occidental.

Bajo esta lógica, la Constitución Política de 1917, sin duda alguna la primera constitución social del mundo, surge como resultado de un anhelo específico: estampar en la Ley Suprema lo logrado por la Revolución Mexicana.

Por eso los principios de libertad e igualdad, pero fundamentalmente el de la justicia social, son los pilares que han sostenido a nuestra Carta Magna desde aquel lejano amanecer del siglo veinte, cuando los sectores más oprimidos demandaban con efervescencia y por la vía armada mejores condiciones de vida, hasta nuestros tiempos, en que hemos logrado consolidar instituciones democráticas para atender los problemas que hoy enfrentamos como nación y los desafíos que se avizoran en el futuro.

El primero de diciembre de 1916 el General Venustiano Carranza en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso Constituyente que habría de discutir y aprobar la Constitución que hoy nos rige dijo a los diputados:

"Toca a ustedes coronar la obra, a cuya ejecución espero se dediquen con toda la fe, con todo el ardor y con todo el entusiasmo que de ustedes pueda esperar la patria, la que tiene puestas en ustedes sus esperanzas y aguarda ansiosa el instante en que le entreguen instituciones sabias y justas."

Al cabo de un siglo, es de resaltar que aquel grupo tan heterogéneo de legisladores respecto a ideología y origen cumplió a cabalidad con lo que la nación exigía de ellos y que tan bien resumió Carranza en su mensaje.

Los legisladores constituyentes, quienes discutieron acaloradamente sus posturas sobre las reformas a realizar, entregaron generosamente su talento y esfuerzo para conformar un texto constitucional ampliamente reconocido por haber logrado la integración armónica de las posturas liberales con aquellas reformas que dan sustento a los derechos sociales.

Producto y resultado de la guerra civil de 1910, la Constitución Política de 1917 retoma en su contenido las demandas de miles de personas vejadas por el azote dictatorial de aquella época, cuyas aspiraciones se ven reflejadas en una redacción de avanzada respecto al reconocimiento de las prerrogativas para la clase trabajadora y los campesinos.

El día de hoy conmemoramos el 104 aniversario de la promulgación de nuestra Ley Fundamental vigente, la cual establece los derechos y deberes que dan certeza a nuestro día a día y representan para el ciudadano la garantía de un Estado de derechos, social y democrático, símbolo de legalidad, pero también de bienestar.

Celebremos con orgullo que contamos con uno de los textos constitucionales más antiguos del mundo porque hemos tenido la capacidad y la virtud de reformarla y adecuarla a la realidad de nuestro tiempo, pero también celebremos que hoy, más de cien años después de la Revolución que dio origen a la Constitución de 1917, los mexicanos no necesitemos de un conflicto armado entre hermanos para entender nuestra realidad y ponernos de acuerdo para transformar nuestro presente.

Nuestra Constitución condensa hoy los esfuerzos realizados recientemente por este Constituyente Permanente para concretar una profunda renovación del Estado y sus instituciones.

El homenaje que hoy le debemos a nuestra Revolución y al Congreso Constituyente de 1917 hace imprescindible seguir trabajando con la misma fe, el mismo ardor y el mismo entusiasmo con que ejemplarmente lo hicieron quienes redactaron nuestro texto constitucional para que el acceso y ejercicio pleno de los derechos consagrados en la Norma Suprema dejen de ser sólo un horizonte en la vida de millones de mexicanos y se conviertan en una realidad cotidiana.

¡Que viva la Constitución de 1917! y ¡Que Viva México!