Buenos días, con la venia de la presidencia;

Compañeras y compañeros diputados

El grito de "Zapata vive, la lucha sigue" se escucha en todas las marchas populares del país; también la frase "Zapata vive" está escrita también en muchas comunidades y localidades de todo el país. A cien años de su asesinato, murió Zapata pero no sus ideales y su legado.

El ideario de Zapata está arraigado fuertemente en la sociedad mexicana. Permanece en el imaginario colectivo, los movimientos populares siguen reivindicando la memoria, enarbolando sus demandas con una vigencia incuestionable.

Es tan fuerte el legado de Zapata, como vigentes sus palabras: paz, justicia y libertad económica, tal vez sean los reclamos más sentidos de la población en nuestra realidad.

Necesidades que aquejan actualmente a más de la mitad de la población que vive en condiciones de pobreza, o entidades federativas cuya sociedad no goza de la paz que les permita hacer efectivo el ejercicio de sus derechos y tener un desarrollo económico favorable.

El 10 de abril de 1919, Emiliano Zapata fue asesinado en Chinameca, Morelos; su muerte marcó el fracaso de la revolución popular que encabezó, pero los ideales siguieron vivos, su movimiento fue derrotado, pero obligó al ala de la fracción vencedora de la Revolución a radicalizarse y tuvo que incluir el tema agrario en la Constitución.

Veinte años después, el general Cárdenas, con la ley en la mano, destruiría el latifundio e inició un proceso de desarrollo económico y una transformación radical del país. Sin Zapata o el zapatismo no se entiende el artículo 27 de la Constitución ni la reforma agraria del siglo XX mexicano.

Sin embargo, aún en la derrota triunfó, contribuyó a que se construyera el Estado nacional posrevolucionario, fincó las bases del sistema político que hoy tenemos y éste utilizó a la Revolución y su ideología para legitimarse.

Pocas fechas se recuerdan tanto como aquellas que están relacionadas con el Caudillo del Sur, más aún la relacionada con su muerte, fecha representativa para el movimiento campesino y popular de nuestro país.

A casi cien años del asesinato del General del Ejército Libertador del Sur, Emiliano Zapata Salazar, al pueblo mexicana no puede superar su obra y su propio legado.

Tanto, que su nombre fue tomado para dar identidad al movimiento indígena y popular más importante del México contemporáneo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Tal vez, la pieza clave del legado de Zapata se debe a que se le identifica como un auténtico líder popular que no traicionó nunca sus ideales ni al pueblo por el que luchó. En una historia como la mexicana, donde quienes se levantan con las banderas del pueblo eventualmente, le dan la espalda y lo traicionan, Zapata escapa a la regla.

Indignado por el despojo que los terratenientes habían efectuado durante años, luchando siempre del codo y del brazo, con los pueblos indígenas de este país, decidió tomar la impartición de la justicia en sus propias manos. Su bandera era la de la Libertad y la Justicia.

Aunque admirado en nuestros días como símbolo de la resistencia campesina y luchador social, Zapata fue perseguido en su tiempo, declarado como un forajido más allá de toda amnistía. Los gobiernos de su época no dudaron en aplicar toda la brutalidad posible contra los zapatistas y contra su pueblo.

A Zapata no le interesaba el poder ni la política, excepto en su forma más práctica e inmediata: repartir tierras, hacer que los campesinos pudieran cultivarlas en paz y defender esa conquista elemental con la fuerza de las armas. No es raro que en su tiempo se le haya visto como a una amenaza, a quien debía liquidarse para poder recuperar la paz y el orden de nuestro país.

Junto con la idea de luchar por el pueblo y no por intereses populares, Zapata recogió en su Plan de Ayala las demandas centrales del pueblo mexicano; ahí expuso los objetivos de la rebelión agrarista de este país.

Sus palabras, parecían más peligrosas que las conquistas militares que su Ejército Liberador del Sur alcanzó, finalmente una carta dirigida al Presidente Carranza posiblemente fue lo que derivó en su muerte.

En dicha carta, el Caudillo del Sur planteaba verdades amargas sobre la situación que prevalecía en ese momento en el país. La carta pública a Venustiano Carranza fechada el 17 de marzo de 1919, fue el último documento rubricado por Emiliano Zapata.

Hoy el nombre del héroe de Anenehuilco, el entonces Atila del Sur se encuentra escrito con letras de oro en el Congreso de la Unión, y a pesar de que el General Emiliano Zapata Salazar no sabía escribir sus cartas tenían que ser dictadas, se le atribuyen algunas de las frases más emblemáticas de la historia nacional:

"Quiero morir siendo esclavo de los principios, mas no de los hombres".

"La tierra es de quien la trabaja".

Por eso el día de hoy, a nombre del Partido Verde Ecologista de México, quiero invitar a mis compañeras y compañeros diputados federales a que el mismo trato que le estamos dando a la Coordinadora Nacional de Trabajadores con la relación a la reforma educativa.

Ese mismo trato lo demos a las organizaciones que están integradas en el Congreso Agrario permanente, las organizaciones sociales, aquellas que están en todos los rincones del país que hoy luchan para poder atender al campo.

Un campo que no es productivo es un campo destinado al fracaso; por eso invito a las compañeras y compañeros diputados, a la Junta de Coordinación Política, a la Mesa Directiva a que a través del diálogo y la sinergia podamos implementar mesas de trabajo y podamos resolver de tajo los problemas del campo, de los ganaderos, de los agricultores, de los jornaleros agrícolas.

Un tema que hemos platicado durante mucho tiempo, el tema de las madres solteras que utilizaban las estancias infantiles para poder atender a sus niños.

Hoy es el momento de México, es el momento de los mexicanos y mexicanas. Los convoco a que busquemos entre todos una solución a los problemas que dañan la economía de nuestro país.

¡Que viva Emiliano Zapata!

¡Que viva México!

Muchas gracias.